De oficio, historiadora

Después de una pausa, volvemos a dar la turra, que la difusión no se hace sola, hay que hacerla. Y hoy, otra vez, empiezo una sección nueva que espero ir ampliando poco a poco. En esta ocasión también vuelvo a explicar algo que muchos ya sabréis pero que creo que no está de más detallar porque, al fin y al cabo, de aquí vienen luego los tópicos y las confusiones. Así que el tema de hoy es: ¿cómo trabaja un historiador? Y, sobre todo, ¿con qué?

De buenas a primeras parece una pregunta fácil de contestar, ¿no? Todos hemos visto cantidad de películas en las que salen historiadores trabajando y, mayormente, se les ve leyendo o soltando ráfagas de hechos históricos cual enciclopedia. Ocasionalmente, también se les ve golpeando a nazis, cosa que también es un objetivo vital mío, no lo voy a negar.

Bueno, vale, es arqueólogo. Pero su padre era medievalista y también pegaba a nazis.
Bueno, vale, es arqueólogo. Pero su padre era medievalista y también pegaba a nazis.

Pero las veces que se les ve interactuar con fuentes primarias, la cosa empieza a torcerse. Porque, a ver, ¿cómo llegas a saber todas esas batallas y reinados que recitas como un niño repelente? ¿De dónde sacas la información?  ¿Y cómo son los historiadores ficticios capaces de leer las fuentes de corrido sin confundirse nunca con la conjugación de un verbo?

Vayamos por partes, como Jack el Destripador. Sí, los historiadores tenemos que leer mucho: leer lo que otros han escrito antes sobre El Tema, leer sobre lo que otros escriben ahora sobre El Tema y leer sobre diferentes metodologías y disciplinas que puedan completar nuestra visión sobre El Tema. Estas son las fuentes secundarias y son importantes porque analizan las fuentes primarias, muchas veces desde diferentes prismas y tendencias historiográficas que nos ayudan a la hora de ofrecer nuestro propio análisis.

Pero buena parte del curro está en las fuentes primarias, claro. En esta ocasión, siendo historiadora, voy a hablar sólo de las fuentes escritas (espero que en algún momento alguien pueda aportar su visión desde la arqueología, por ejemplo). Interpretar estas fuentes correctamente no sólo requiere del dominio de la lengua o la letra en la que está escrita, sino también del estado de conservación del documento.

Picture
A veces no sabes si leer o buscar los trozos que faltan para completar el puzzle (AHPB, Bonanat Rimentol, 1369, 18/7 f.1r)

Pero tal vez lo que habría que destacar de estas fuentes es el tipo de información que se puede obtener de ellas. Y me parece importante hacerlo porque, ¿cuántas veces habéis leído historias en las que algún rey famoso hace o dice algo glorioso? Seguro que muchas. Pero, ¿os habéis planteado quién estaba allí para tomar nota? ¿De dónde viene esa información? ¿Se trata de una fuente histórica o de un relato literario (o biográfico adornado)? Ese tipo de fuente, crónicas y similares, está muy bien para conocer el relato que la élite vendía de sí mismos (entre otras cosas), pero ¿qué pasa si lo que quieres es obtener datos del 90% restante de la población?

Pues, teniendo en cuenta que difícilmente encontrarás una crónica escrita por un pagès de Vic, tienes que buscarte otro tipo de documentos como, por ejemplo, los protocolos notariales. Lo reconozco, es una de mis fuentes favoritas porque, a pesar de ser la mayoría documentos económicos (y yo y los números nos llevamos regular), encuentras una burrada de información sobre la vida cotidiana de la gente. Hay una gran variedad, pero os pongo unos cuantos ejemplos para que os hagáis una idea:

  • Compra-ventas de propiedades: de aquí puedes extraer, aparte de quién compra o vende (cosa que ya es interesante de por sí), la descripción de la casa o campo y las afrontaciones, es decir, con qué limita la propiedad. Esto último también te aporta información sobre los vecinos o el terreno de la zona. También pueden ser compra-ventas de animales, lo cual es gracioso porque te describe al puerco o borrico de turno, o de esclavos, lo cual es mucho menos gracioso pero interesante (y necesario analizarlo) para ver la consideración que tenían de otros seres humanos.
  • Testamentos: dan mucho de sí si hay varios herederos, sobre todo si no son de la familia, porque puedes reconstruir muchos lazos y relaciones. También aportan mucho según las propiedades o dinero que se dejen, o las donaciones que hace a hospitales u obras de caridad. Y esto enlaza con el siguiente documento…
  • Inventarios: donde se describen las propiedades del difunto, normalmente detallando también su casa habitación por habitación. Una maravilla, aunque un consejo daría a la gente del pasado: tirad vuestros calzoncillos con agujeros antes de morir, no sea que a un notario le dé por describirlos en el inventario (cosa más frecuente de lo que creeríais).
  • Préstamos (y reclamación y cancelación de deudas): se describe la cantidad a prestar, por cuánto tiempo, quién hace qué y poco más. Es muy útil para ver quién tiene el dinero y cómo fluye, también para ver las relaciones entre la gente. Y ya que estamos, no, no sólo prestaban dinero los judíos en la Edad Media, también lo hacían los cristianos. Prometo hablar más del tema otro día, va.
  • Otras variantes de compra-ventas y préstamos (censos, violaris, donaciones inter-vivos, etc). También procuraciones, en la que alguien da permiso a otro alguien para hacer algo, normalmente una transacción económica.

Todas estas transacciones, además de hacerse entre particulares, también existían entre instituciones o entre particular e institución. En general, pensad en cualquier cosa que hoy haríais ante notario y acertaréis. Pensad también en todos esos datos personales que ahora dejáis por escrito con cierta facilidad porque os parecen nimios y fijaos en cuanto jugo le sacamos los historiadores. Vuestro papeleo aburrido de hoy es el sueño húmedo de los historiadores del futuro, que lo sepáis.

Deja un comentario