Los que nos dedicamos a la Historia en todas sus vertientes seguramente tardaríamos medio nanosegundo en contestar un sí rotundo a esta pregunta. Otros, menos parciales pero aún así con un poco de sensibilidad sobre el tema, seguramente también contestarían algo similar. Pero, ¿y el público en general? Tal vez si la pregunta se centrara en el rigor histórico de los libros de Historia (valga la redundancia) tampoco dudarían mucho en contestar afirmativamente. Pero si la pregunta se centrara en el rigor histórico en el mundo, por ejemplo, del ocio, ¿les parecería tan importante?
Uno de los casos con los que más me encuentro es el uso de ciertas “anécdotas” al hacer visitas guiadas. Llevo muchos años dedicándome a hacerlas y, como es lógico, siempre busco la manera de comunicar mejor aquello que tengo que explicar. A la gente le encantan las anécdotas curiosas (¿y a quién no?) y siempre reclaman alguna con la que conectar mejor con la Historia. Pero oye, a veces no hay nada curioso que explicar, ya me sabe mal. ¿Me tengo que inventar un lío de faldas o una batalla inexistente para complacer a la gente? Obviamente, mi corazoncito de historiadora se niega a hacer ese tipo de cosas. Y me diréis: “¡Ala, exagerada, nadie se inventa cosas así!”. Pues os pongo sólo un ejemplo, porque si os pongo todos los que conozco estamos aquí hasta mañana.

Una de las visitas que más gratamente hago es por el barrio judío de Barcelona, porque lo conozco muy bien y porque todavía arrastra muchos tópicos que desmentir (y eso, quieras que no, satisface). Pues bien, hay una pequeño edificio que hoy en día es el Centre d’Interpretació del Call y que, por algún motivo, corre la leyenda que era la casa de un alquimista. La historia dice que un cristiano pidió un filtro amoroso al alquimista, sin que este supiera que la destinataria era su propia hija, y que tras el desenlace dramático nada inesperado, se marchó y maldijo la casa. No sé de dónde salió la leyenda (porque leyenda es), pero la he escuchado bastantes veces y me han preguntado por ella otras tantas más. Considero que mi trabajo también es explicar que esta historia no es verdad, pero por las reacciones de la gente muchas veces me doy cuenta de que preferirían que no se lo dijera. Porque, al fin y al cabo, es sólo un adorno, una mentirijilla sin importancia.
Pero, ¿lo es? Para mi, por supuesto que tiene importancia. Por muy inocente que sea la leyenda, está perpetuando tópicos sobre la Edad Media (y los judíos) que tiran por tierra el trabajo que intento hacer de desmentirlos. Y, en realidad, el problema no es que haya una anécdota de este tipo, es que hay muchas y por todas partes. Porque es lo que tiene más tirón y más facilidad para atraer a la gente. Y porque, al fin y al cabo, la mayoría de gente cuando hace una visita guiada quiere estar entretenida, no escucharme hablar de mi maldita (como la casa) tesis.

Otro caso, que ahora mismo está de actualidad por el E3, es el de los videojuegos. Mal que le pese a algunos, es un medio excelente para aprender y educar, aunque sea de manera indirecta. Sin ir más lejos, este año se ha presentado Assassin’s Creed Odyssey, ambientado en la antigua Grecia, y que en otras ediciones estuvo ambientado en el Egipto ptolemaico, en el Caribe de los piratas o en la Florencia del siglo XV. Son juegos espectaculares y con un claro componente histórico, pero que no dan la misma importancia al rigor que al encontrar sitios altos desde donde lanzarse. Aunque para el público en general se presenten como bien documentados, el ojo experto siempre va a encontrar detalles que desentonan. Pero, obviamente, el fin de los videojuegos es divertirse así que, ¿realmente necesitamos el rigor histórico aquí? Pues incluso más que en las visitas guiadas. Porque, de un tiempo a esta parte, el rigor histórico se está usando como excusa para dejar campar el machismo, el racismo y la homofobia en los videojuegos. Peor aún, se está usando como arma por parte de neonazis que buscan justificar así sus ideas a través de un pasado ideal y totalmente falso. Resumiendo, que en los videojuegos el rigor histórico no importa excepto si se rompe la idea preconcebida del pasado que el jugador tenía.
Los dos casos, que a primera vista no tienen mucho que ver, en realidad son aproximaciones diarias a la Historia que el público tiene y que, muchas veces, no se cuidan como se debería. No vengo aquí a inventar la rueda si digo que el rigor histórico es algo que se usa a conveniencia y que, dependiendo del contexto, se considera que se puede ser más laxo o no. Pero, ¿dónde empiezan las “anécdotas” inocentes y empiezan las mentiras flagrantes? A veces las primeras dan pie a las segundas, o con el tiempo se transforman para respaldar un discurso nocivo. ¿Cuántas “anécdotas” sobre el barrio judío son necesarias para acabar construyendo un discurso antisemita? Os aseguro que pocas. ¿Cuántas prostitutas se puede beneficiar un jugador en la saga del brujo antes de acabar creyéndose que las mujeres en la Edad Media sólo servían para eso? Menos aún.
En el mundo académico el rigor se nos supone y, salvo casos muy vergonzosos y claramente manipuladores, nadie pone en duda su importancia. Tal vez nuestro trabajo sea salir fuera de nuestra burbuja y explicar a la gente porqué es importante el rigor y qué ganamos con él. Si no hacemos entender su importancia y el daño que hacen muchas de estas “anécdotas” y “detalles”, se seguirán ocultando discursos nocivos tras una apariencia de entretenimiento.